Entre farsa y dolo.
No hay un solo espacio disponible para colocar una propaganda mas, pues los precandidatos a concejales, diputados, alcaldes y senadores, se han adueñado del territorio. Eso es bueno y no malo, toda vez que la sociedad tiene la oportunidad de observa, valorar y auscultar a cada aspirante y, si tuviéramos más organizados, exigir su hoja de vida, de pasantía social y política…
No existe mecanismo que permita zarandear a los aspirantes. Someterlos al cedazo social que impida tener vergüenza después. Mientras tanto la fiesta sigue, y con ella la borrachera y la natural resaca.
Los partidos son los únicos que pueden garantizar que buenos ciudadanos integren sus ofertas electorales. De ahí solo nos cuesta esperar, y que el buen juicio obre en los actores principales de nuestras organizaciones políticas.
En cada partido político los hay muy buenos, pero también los hay muy malos.
Para los aspirantes que resultan una farsa y un dolo, la sociedad y los propios partidos, tienen que estar prestos para convertirse en muro de contención…
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