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Los ingenieros comenzaron a probar la cápsula Fénix durante la madrugada - El presidente Piñera destaca en la entrada de la mina el coraje de los trabajadores

CACAOCITY, INTERNACIONAL.-Chile puso anoche en marcha el rescate de los 33 mineros atrapados desde el pasado 5 de agosto en la mina San José. Las maniobras comenzaron en medio del orgullo, la ansiedad y la tensión que cada uno trataba de aplacar como podía. "Todos han pedido ser el último", afirmó el presidente, Sebastián Piñera, para resaltar la abnegación y hermandad entre los mineros. El país se siente orgulloso de los supervivientes, de los ingenieros que han luchado por rescatarlos y del Gobierno, que ha promovido un gigantesco dispositivo de salvamento. Piñera no desaprovechó la oportunidad de sacar pecho: "Dijimos que no nos íbamos a rendir, y no nos rendimos", declaró. Después indicó que, probablemente, el primero de los mineros en salir sería Florencio Ávalos, de 31 años. Ávalos fue el hombre designado por sus propios compañeros para ocupar un lugar de privilegio en la historia de Chile. "Me siento muy orgulloso de él y de este país", comentó su padre, Alfonso Ávalos.

Después de un retraso de dos horas sobre el horario previsto, a las 2.30 (hora peninsular española) los ingenieros introdujeron la cápsula Fénix en el conducto perforado para rescatar a los mineros y comenzaron las pruebas para comprobar el funcionamiento del sistema.

En la mina San José la gente está acostumbrada a esperar. Llevan más de dos meses soportando el calor y el frío del desierto de Atacama. Pero ayer la experiencia no servía de nada. "Tengo ahora mismo todos los sentimientos encontrados", comentaba Dayana Olivares, una de las tres personas a las que el minero Carlos Bugueño había pedido que estuvieran al pie del pozo para recibirle. "Tengo miedo, ansiedad y alegría. Y todo Chile está así, porque están naciendo 33 hombres", añadió la mujer. Los familiares de los mineros fueron los primeros en acuñar la imagen del parto. Decían que el cerro iba a parir 33 hombres. Después, el psicólogo Alberto Iturra adornó la figura diciendo que la montaña era como un útero y que por allí saldrían a la luz los 33. Y ayer, el propio doctor y ministro de Salud, Jaime Mañalich, explicó la operación en esos términos: "Cada vez que la mina esté en proceso de parto se va a activar la clave G, en la boca del túnel. Va a existir una baliza y una alarma como la de las ambulancias, lo que no significa que nada malo está pasando. Es para alertar al equipo médico y que todos se pongan en sus puestos de trabajo para hacer el proceso lo más expedito posible".

Cada uno mataba la emoción como podía. Abajo, en la ciudad de Copiapó, a 68 kilómetros de la mina, alrededor del hospital adonde serían trasladados los mineros en helicópteros y grupos de cuatro, las calles llevaban varias semanas inundadas de banderas de Chile. Arriba, al pie de la mina, unos familiares mataban la ansiedad escuchando salsa y reguetón; otros apenas tenían un segundo entre las peticiones de cientos de periodistas acreditados. Y abajo, los mineros pidieron más cigarrillos que nunca.

"Al pie del cañón, junto al ducto", el presidente chileno, Sebastián Piñera, presenció el inicio del operativo de rescate. "La fe, la fuerza, el coraje y la voluntad de esos 33 mineros, de sus familiares, de los rescatistas, del Gobierno de Chile y de todos los chilenos han hecho posible este milagro", señaló Piñera. "Dijimos que no nos íbamos a rendir, y no nos rendimos", añadió. El rescate de los 33 mineros durará "entre 24 y 48 horas" y el primer minero en salir será Florencio Ávalos, aunque "todos, como buen capitán, han pedido el privilegio de ser los últimos", según el mandatario.

Pasadas las 2.30 de la madrugada (hora peninsular española), la cápsula Fénix, en la que los mineros ascenderán a la superficie, hizo su primer viaje en vacío a través del conducto. Se trataba de la primera de las pruebas que la jaula metálica haría antes de proceder al primer salvamento para comprobar cómo se deslizaba y si encontraba resistencias.

La épica de la operación ha hecho olvidar lo injusto de trabajar en unas condiciones tan precarias de seguridad. Durante 17 días, los mineros tuvieron que racionar los víveres disponibles para solo tres jornadas y se alimentaron con apenas dos cucharadas de atún. Ayer, después de varios millones de euros gastados en el rescate, pudieron desayunar pan fresco, aguacate y leche. Después de rezar juntos, con las manos entrelazadas, como cada mediodía, comieron cuatro galletas. Para el almuerzo, un filete con patatas, arroz, zanahorias y cebollas; de postre, un plátano. Por la tarde, merendaron pan con mermelada y batido. Y cenaron arroz con cebollas y zanahorias, y arroz con frutos secos. En total, 2.120 calorías para emprender el viaje más largo y arriesgado de sus vidas: 622 metros a través de un túnel en un tiempo estimado de 15 minutos.

La cápsula Fénix 2, que mide cuatro metros de largo y tiene 52 centímetros de ancho, podría ser elevada a mayor velocidad. Pero el Gobierno calculaba que se emplearía alrededor de una hora en salvar a cada minero. En total, día y medio.

A los mineros se les recomendó que durante los 15 minutos aproximados que duraría el ascenso a la superficie procurasen no hiperventilar: la respiración tendría que ser suave y pausada. En todo momento podrían comunicar sus inquietudes y observaciones a través de auriculares y altavoces a los médicos y técnicos de la superficie. Un cinturón como los que usan los astronautas de la NASA recogería todos sus signos vitales hasta su aterrizaje en la superficie de la mina.

Algunos habían escrito a sus familias que estaban sintiendo crujir las piedras del cerro, como si se fuera a asentar. Eran unas sensaciones parecidas a las que percibieron aquel 5 de agosto en que quedaron atrapados. Mucho antes del accidente, la mayoría de ellos ya había alertado en sus casas de que esta mina "lloraba demasiado", de que se desprendían demasiadas rocas y planchones. Y ahora volvían a sentirla crujir. Pero los técnicos trataban de tranquilizarles: "Es normal eso. Le hemos abierto a la montaña un boquete de 622 metros de longitud y casi 70 centímetros de ancho. Y por ahí entra aire frío. El cerro se ha enfriado en unos cinco centímetros y es lógico que se muevan las piedras. Pero no hay peligro", indicó un rescatador.

Hace dos meses era difícil pensar que los 33 hombres a los que se les cayó la mina encima seguirían vivos. Hoy ya se conoce la historia del que tiene conocimientos de enfermería y dos mujeres esperándole, del boliviano que solo llevaba cinco días en la mina, del que sobrevivió a tres derrumbes, del que se erigió en guía espiritual, del líder Luis Urzúa, del periodista Mario Sepúlveda, del bromista que decía que estaba contento de quedar enterrado porque así no se tendría que lavar... Solo queda que cada uno de ellos pueda contar su odisea.

Sobre Equipo de Prensa

Periodista, Locutor y director del Periódico NoticiasClaveRD
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