La estudiante de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Leomaira Suriel Almánzar, integrante del programa de pasantía “Periodista por un año”, que desarrolla Listin Diario, ganó el primer premio en el renglón de Cultura General, en el concurso de “Periodista Joven” de la Feria del Libro, por su reportaje “María Ugarte Íntima”.
La joven estudiante es nativa de la comunidad El Puerto de Villa Altagracia de esta provincia, hija de Leoncio Suriel y Margarita Almánzar.
En el mismo evento obtuvieron menciones de honor la redactora de la sección Ventana de este diario, Indira Suero, con su serie de reportajes “Libros Virtuales”, así como los jóvenes periodistas por un año, Naiomis Tejeda y Dalton Herrera, por su serie de reportajes “Elías Piña Languidece en el olvido”.
A continuacion reproducimos el reportaje completo de Leomaira Suriel Almánzar, publicado por el Listin Diario bajo el título “María Ugarte íntima”
MARIA UGARTESANTO DOMINGO.- Aun continúan enrolladas en su máquina de escribir las últimas páginas que Doña María Ugarte colocó en el carrete, igual que todas las investigaciones que le dieron altura a la historia del arte de Santo Domingo Colonial. Nunca quiso escribir a computadora, no obstante le gustaba que su hija, la periodista Carmenchu Brusíloff, llevara su laptop para mirar fotografías que le enviaban desde España de ella y la familia cuando eran jóvenes.
Tampoco pretendió escribir a máquina eléctrica, porque su pasión era golpear las teclas con dos dedos en su equipo tradicional y hasta el último momento, cuando apenas podía moverlos, redactaba para sí misma. Esa es la impresión de Brusíloff al relatar lo que había detrás de la primera mujer reportera en la historia de la República Dominicana.
La periodista recuerda a su madre como una mujer sencilla en su manera de ser, pero coqueta. Se quejaba de que cuando iba muy arreglada, la gente iba simple. Cuando iba simple, la gente iba de gala. Eso decía ella, cuando le tocaba ir a una actividad de cierto relieve, comenta.
El amor a su trabajo la hacía ser estricta, para dejar la excelencia en sus investigaciones. Rompió barreras, además de ser una de las figuras más calificadas en el periodismo cultural, cuando a fines de la década de los 40 dejaba a todos sorprendidos al verla pasar. Le dio al país una lección de periodismo. Iba sola a los servicios en busca de las informaciones, sin fotógrafos ni vehículos, ni ayuda del internet para complementar sus reportajes. Su apoyo era una “camarita” fotográfica en su cartera.
Hábitos
Entre sus hábitos se distinguía la degustación de café en la terraza de su hogar, a pesar de que los médicos le prohibieron esa bebida en los últimos años de su vida. Sin embargo, nunca lo dejó de consumir.
Si bien no era una persona “fiestera”, siempre le gustó ir a actividades culturales en general; era celosa con su privacidad y su vida personal, sin tener 30 años hizo que la llamaran Doña María para implantar respeto.
Se llevaba muy bien con sus vecinas, y ya cuando iban a visitarla en sus últimos años, se sentaba en su terraza a versar especialmente sobre temas culturales. “Desmenuzábamos la Catedral de arriba abajo” recuerda Sofía Ledesma.
Desde joven, prefirió destacarse en los estudios, para no ser comparada con su hermana, la que todos consideraban muy hermosa. En su caso quiso destacarse no por su belleza física, sino por su inteligencia. Aparte de la solidaridad y afecto que encontró en los dominicanos, una de las razones por las que prefirió quedarse en la República Dominicana tuvo que ver con su complejo de piernas gordas. Aquí resultan atractivas. En España no gustaban.
Recopiló historia, preparó su vida
Tenía un alto concepto del ahorro pero era pródiga con la familia. Se trazó la meta de jamás convertirse en una carga para su hija y sus nietos, y uno de los objetivos de sus ahorros era que se pudieran utilizar en caso de sufrir una enfermedad y no ser una carga para ellos comprándole medicinas o pagando médicos.
Cuenta Brusíloff que le pidió a Alexis, su nieto, que cuando falleciera no quería que la velaran. Ni en la funeraria ni en la casa. Quería que la incineraran y echaran sus cenizas al mar. De lo último él logró que desistiera en tal deseo. De lo primero, no le prometió cumplir.
Fue libre
Ugarte le permitía a su hija ayudarla a organizar las colaboraciones escolares, que publicaba de manera regular en “El Caribe” (1948-49), impulsando con ellas a jóvenes que luego fueron grandes figuras literarias del país: Máximo Avilés Blonda, Lupo Hernández RuedaÖ Entiende que, sin proponérselo, su madre hizo que viera el trabajo como algo que se hacía a gusto y no como una obligación.
En la segunda etapa de Ugarte en “El Caribe”, Carmenchu le mostró interés por escribir de moda en el suplemento que ella dirigía, y le dio la oportunidad de hacerlo, dándole libertad en la forma de redactar.
Por su manera de ser independiente, dejó que su hija lo fuera también, y la crió sin normas rígidas ni barreras durante su juventud. Siendo “teenager”, la dejó viajar sola por Europa, en una época donde no había tanta libertad entre los jóvenes.
Sus historias de amor
Llegó al país estando casada y se divorció unos pocos años después. En el 1950 contrajo segundas nupcias con el ganadero José Antonio Jiménez Álvarez, pero antes decidió optar por la separación de bienes, para que los hijos del primer matrimonio de él, no pensaran que se casaba por el dinero.
Sus primeros trabajos en el país, casi recién llegada, fueron con Ortega Frier, y Manuel Arturo Peña Batlle en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, y como profesora de archivística. Luego entró al periodismo, más al contraer su segundo matrimonio, lo dejó temporalmente, pero no le gustaba la haraganería y siempre se mantenía haciendo algo, entre otras cosas asistía en labores sociales en Gualey. En el 1966 enviudó y después volvió al periodismo a instancias del Dr. Germán Emilio Ornes.
Merodeos
La investigadora hablaba francés a la perfección pero siempre se lamentó de no haber aprendido inglés: tampoco entendía el juego de béisbol, por lo que no asistía a los partidos. Era una persona muy estricta con sus horarios de comida, pero no le gustaba cocinar. Salvo alguna excepción: preparaba una excelente ensaladilla rusa, considerada como la mejor por su hija, y muy buenos spaguettis al “dente”.
Sus amistades en la primera etapa de su llegada a Santo Domingo incluían a Leda y Eunice Piantini, Celeste Fernández de Castro y su hija Ana María Alfau, Lily Quirós , Margot Najri de Auffant, Antonio Prats Ventós refugiado como ella, Vela Zanetti mientras estuvo en el país. Después con los años, Chea Manzano de Ortiz, Rosa María de Prats Ventós. Con Margot y Chea le gustaba algunos domingos salir a almorzar a un restaurante.
Amaba la música clásica, los conciertos, la música suave “quiet music”, la música típica española y conocía, incluso, la letra de algún tango, pero nunca aprendió a bailar. Veía siempre la televisión española, las noticias, programas de salud y en especial el programa Saber y Ganar, en el que trataba de anticipar las respuestas, recuerda su hija que disfrutaba verla cuando lo hacía.
Amante de la lectura, le gustaba leer sobre historia y monumentos coloniales, pero también le encantaban las novelas: Somerset Maugham, Isabel Allende, Oriana Fallici y Ken Follet, entre tantos otros autores. Aunque en los últimos años tenía mala vista, si la letra era grande podía leer y se ayudaba con una lupa.
Siempre estuvo presta a responder, hasta los últimos días, todas las preguntas que le hicieran profesionales y amistades acerca de sus investigaciones.
MÁS DE SU PROFESIONALISMO
En el 1940, Ugarte llega a la República Dominica con 26 años, desafiando roles, fue la primera mujer reportera en el país, iniciando en el periódico El Caribe en el 1948. Sus investigaciones es un referente al estudio de los monumentos coloniales. Es la segunda, de las dos mujeres, en ganar el Premio Nacional de Literatura en el 2006. Fue investida como miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia. Su obra “Arte dominicano, Pintura, Dibujo, Gráfica y Mural” escrita con la colaboración de Jeannette Miller, es considerada fuente principal para el estudio de la identidad cultural dominicana.
Ha patentizado el establecimiento de la experiencia crítico-documental de Santo Domingo. Elaboró un juicio crítico e histórico a partir de la especificidad arquitectónico-monumental, tenía una particularidad de la crónica de arte como personificación del hecho artístico. Interpretaba la iconografía monumental y del vitral en el arte del Santo Domingo Colonial. Colaboró con el estudio de la Catedral de Santo Domingo y su patrimonio histórico y artístico; justificó el marco de identidad del arte dominicano actual, así como el análisis documental y criticó de las relaciones culturales domínico-españolas.
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