La disciplina es como un camino lleno de escalones por donde cada madre y padre transita a su manera. Pero no importa de qué forma decidas ejercer esta responsabilidad de la crianza, debes saber que hay estrategias probadas para conciliar armonía y orden en casa. Comenzar a practicarlas a tiempo puede evitarte muchos tropiezos.
Se le llama disciplina a ese conjunto de estrategias que utilizas para enseñarle a tus hijos los códigos de conducta que esperas practiquen de manera cotidiana. Aunque sí puede incluir el castigo, la disciplina no es sinónimo de este.
Eso sí, involucra muchas acciones, incluyendo rutinas, rituales y lenguaje, explica el doctor Enrique Gelpí Merheb, sicólogo clínico especializado en niños y adolescentes.
Por eso, la disciplina comienza incluso antes del nacimiento, cuando los padres evalúan los rasgos de su propia personalidad que influenciarán su estilo de crianza. Así es porque ser liberal, conservador, pasivo, propenso a salirse de control o cualquier rasgo dominante en la manera de ser será importante en la relación con tus hijos.
En su libro, Disciplinar con inteligencia emocional, las autoras María Elena López Jordán y María Fernanda González Medina, destacan como uno de los principios de la crianza es ese reconocimiento de los padres a ser guías de sus hijos de una manera sana y responsable.
“El propósito de la disciplina es enseñar a los hijos conductas aceptables de modo que puedan tomar decisiones prudentes y acertadas cuando se encuentren frente a disyuntivas o dificultades”, apuntan las autoras.
Paso a paso
Disciplinar es una labor dinámica. Aunque en su raíz mantengan una misma filosofía, los padres pueden verse precisados a modificar normas dependiendo de muchos factores. Entre ellos, la edad, la madurez o la personalidad que vaya revelando el niño. Pensar que la disciplina es un asunto estático limita la flexibilidad que requiere no solamente la crianza sino la vida misma.
“El estilo de crianza se va desarrollando sobre la marcha, porque tiene que ajustarse al tipo de temperamento de mi hijo. Puede ser que tengo un niño bien reactivo y desafiante o quizás más estructurado y consistente”', destaca Gelpí.
Por eso, entiende que la disciplina debe poder combinar los rasgos de la personalidad de padres e hijos.
Tomemos el ejemplo de un niño que tiende a resistirse o reaccionar de maneras más intensas al cambio. Para ayudarlo, los padres pueden ser más claros en sus explicaciones cuando saben que se presentará un cambio en la rutina que podría afectarles.
La sicóloga clínica, Giselle Medina, ofrece la idea de un calendario donde el niño pueda visualmente asimilar lo que ocurrirá.
¿Qué características tiene una disciplina exitosa?
Los sicólogos coinciden en afirmar que una de las claves más importantes es la consistencia. Esta comienza a ponerse en práctica muy temprano, cuando atiendes las necesidades de tu hijo recién nacido o estableces su rutina a la hora de ir a dormir.
Ahora bien, ser consistente no significa ser inflexible.
“Tiene que haber límites claros pero de la misma manera deben de ser permeables”, enfatiza Medina.
Se refiere a que los padres tienen que ser lo suficientemente asertivos como para determinar cuándo hay que hacer ajustes y de qué forma establecerlos. Asimismo, es importante mantener la conexión emocional independientemente del comportamiento del niño. Tiene que saber que sus padres lo aman aunque se hayan portado mal.
Medina recomienda también un estilo de disciplina donde haya más refuerzo positivo que castigo. Este se practica cuando reconoces las conductas positivas. Medina aconseja llevar ese mensaje a través de palabras, besos o caricias en lugar de ofrecer recompensas materiales, pues abusar de ellas fomenta la dependencia a un estímulo externo para portarse bien.
Los premios materiales pueden utilizarse para premiar metas a largo plazo o cambios en la conducta de manera consistente.
Saber adelantar y planificar es otro de los pilares de una disciplina efectiva. Se trata de anticipar los escenarios en lugar de reaccionar a ellos de manera improvisada o impulsiva.
Mientras menos improvisación haya en la crianza, mayores son las posibilidades de que los pequeños se comporten según las expectativas establecidas por los padres.
“Si yo espero a que el niño lleve 2 horas frente al televisor para decirle que ya es suficiente voy a tener más problemas que si me adelanto y acordamos desde el principio cuánto tiempo verá la televisión”, plantea como ejemplo Gelpí.
El mismo principio aplica a otras situaciones, desde las más sencillas a las más complejas. Adelantar funciona porque ofrece al niño una pauta del comportamiento esperado.
Esta explicación sencilla de las expectativas debe ir acompañada de consecuencias claras si no se cumplen. Los padres deben determinar cuáles son los privilegios que eliminará o reducirán si el menor falla.
Esta consecuencia debe ser lo más inmediata posible. Es decir, si el niño tuvo una rabieta y quieres enseñarle que eso no se hace, limita o elimina el tiempo de juego ese mismo día. Funciona mejor que advertirle perder algo más adelante.
Gelpí sostiene que cuando se presenta un comportamiento indebido los padres deben primero advertirle al menor que lo que están haciendo no está bien. Si la conducta continúa, deben repetir la instrucción una segunda vez. Cuando estos dos avisos fallan lo que procede es imponer la sanción correspondiente.
Mantener la palabra a la hora de disciplinar es vital para que los pequeños aprendan dos destrezas fundamentales: tolerar frustraciones y postergar la gratificación.
Democracia en perspectiva
Muchos expertos en el tema de la disciplina coinciden en los beneficios de darle participación a los niños en el establecimiento de ciertas normas familiares.
Sin embargo, algunos padres exageran en esta práctica al punto de olvidar que son ellos quienes tienen la autoridad. Lo preferible es el balance y este conoce como el estilo de crianza democrático autoritativo.
“Si la democracia se convierte en argumentación algo está fallando”, precisa el sicólogo, al enfatizar en establecer fronteras entre la comunicación que toma en cuenta el sentir del niño y la que se convierte en una discusión donde no se sabe quién le exige a quien.
Los padres tienen que recordar siempre que son tanto el modelo como la autoridad.
Los autores del libro Educar con inteligencia emocional, Maurice J. Elías, Steven E. Tobias, Brian S. Friedlander, abogan, por su parte, por guiarse en casa por lo que llaman “la regla de oro de 24 quilates”. Esta consiste en tratar a tus hijos como te gustaría que les tratasen los demás.
“La regla de los 24 requiere que conozcamos bien nuestro propios sentimientos, que asumamos la perspectiva de nuestro hijo con empatía, que controlemos nuestros propios impulsos y que observemos con cautela nuestra actitud como padres”, plantean los autores del libro.
Para impartir la disciplina positiva debes:
Asumir que eres tú, como adulto responsable, el o la encargada de ejercer la orientación y la sana autoridad.
Mantén la firmeza y la claridad sobre los valores que quieres inculcarle a tus hijos.
Establece límites claros en medio de un ambiente estimulante.
Incentiva la toma de decisiones coherentes y acertadas.
Da opciones limitadas.
Involucra a tu hijo, tanto como sea posible, al momento de fijar reglas familiares.
Utiliza un tono seguro seguro y amable; no amenazante.
No complazcas todos sus caprichos.
Muestra agrado por los comportamientos positivos tales como compartir los juguetes, esperar el turno o pedir permiso.
Dale tiempo para que perfecciones sus acciones y corrija sus pequeñas faltas.
Ofrece consejos constructivos y evita criticar constantemente.
Fuente: Disciplinar con inteligencia emocional, María Elena López Jordán, María Fernanda González Medina.
Por Camile Roldán Soto